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viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Es USTED SALVO?

¿Es Usted Salvo?

Usted puede estar seguro

Cómo respondería si le preguntara en este momento: "¿Es usted salvo?"

¿Ha recibido recientemente a Jesucristo como su Señor y Salvador o conoce

a alguien que lo ha hecho?

Si es así, este paquete de materiales a precio de

costo es precisamente lo que debe adquirir para que usted o su amigo

puedan empezar a aprender acerca de la seguridad de la salvación, el poder

de la Palabra de Dios, y la presencia amorosa del Espíritu Santo.

Debería ser capaz de contestar: "¡Gracias a Dios! ¡Gloria y alabanza a Ti, Señor! ¡Sé que soy salvo!"

No obstante, muchos creyentes no saben que son salvos. Andan a su alrededor decaídos, desanimados, preguntándose y preocupándose. Me recuerdan los signos de interrogación con sus cabezas inclinadas, en vez de signos de exclamación erguidos, altos y firmemente de pie diciendo: "Yo sé a quién he creído."

En lugar de ser creyentes victoriosos son creyentes dudosos. En vez de tener una salvación "que se conoce", tienen una salvación "que se espera".

Alguien dijo: "Si usted pudiera tener la salvación y no saberlo, la podría perder y no echarla de menos." La verdad es que si tiene la salvación, lo sabe, y si la posee y lo sabe, nunca podrá perderla.

Conocí en una ocasión a un joven en un cuarto de hospital. Minutos antes yo había guiado a su moribunda suegra al Señor Jesucristo. Me volví hacia él y le pregunté:

¿No cree que es maravilloso que el Señor la haya salvado?

¡Oh, nadie puede saber si es verdaderamente salvo! respondió.

Este hombre no era un no creyente; es decir, él no repudiaba el cristianismo. Él simplemente tenía una posición doctrinal que no le permitía aceptar la seguridad de la salvación.

No obstante, el apóstol Juan escribió todo un capítulo para asegurarle al pueblo de Dios que ellos son sin duda el pueblo de Dios: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna [...]" (1 Juan 5:13).

La palabra sepáis significa seguridad absoluta. Según el versículo 13, es posible ser salvo y saberlo. Sin embargo, el simple hecho que Juan haya escrito este versículo demuestra que también es posible ser salvo y dudarlo.

¿Es buena la duda? No. La duda es a su espíritu lo que el dolor es a su cuerpo. El dolor es una advertencia, una señal de que algo no está bien. No significa que está muerto, sino que algo anda mal.

Si tiene dudas y es realmente un renacido hijo de Dios, está sufriendo de alguna dolencia espiritual. Todos los creyentes dudamos de vez en cuando. Una mujer le dijo en una ocasión a Dwight L. Moody que ella tenía 25 años de ser salva y nunca había tenido ni siquiera una duda. Él le respondió: "Entonces dudo que usted sea salva."

Ahora bien, aunque todos podemos ser incomodados por una duda ocasional, este es un problema que debe y puede ser superado. Juan dijo que él escribió el capítulo 5 a nosotros los hijos de Dios para que sepamos que hemos sido salvados. Los verbos saber o conocer aparecen en esta epístola con relación a la seguridad unas treinta y ocho veces.

Por consiguiente, la pregunta lógica sería: ¿Cómo puedo saberlo? Yo lo sé, no por ninguna confianza que tenga en mí mismo, sino por dos pruebas infalibles que compartiré a continuación.

la raíz de nuestra creencia

¿En qué creemos? ¿Somos los creyentes ingenuos que creemos en cuentos de hadas o realmente existe un fundamento para nuestra creencia? ¿Por qué creemos lo que creemos?

La fe es la raíz de nuestra creencia, pero la fe no es vivir o caminar cuidadosa y temerosamente. La fe es certeza y convicción (Hebreos 11:1). Ésta posee cimientos y pilares de concreto espiritual. Es real, y Dios nos ha dado unos testimonios auténticos y fidedignos para que sepamos que somos salvos y vamos al cielo.

La Obra Eterna Del Salvador

Primera Juan 5:6 enseña: "Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre." Cuando el Señor Jesucristo fue crucificado, un soldado le abrió el costado con una lanza, "y al instante salió sangre y agua" (Juan 19:34). Esta es la obra eterna del Salvador, que somos salvos por sangre y santificados por agua.

El tabernáculo en el Antiguo Testamento es una representación de Jesucristo. Cuando usted entraba, primero llegaba al altar de bronce sobre el cual se llevaba a cabo el sacrificio de sangre. Más adelante se hallaba una fuente de bronce o gran lavabo en donde los sacerdotes se podían lavar. Primero la sangre y después el agua. La sangre de Jesucristo paga el precio de nuestros pecados, y el agua santificadora nos mantiene limpios.

En el himno "Roca de la eternidad" entonamos: "Roca de la eternidad, fuiste abierta Tú por mí; / Sé mi escondedero fiel, paz encuentro sólo en Ti: / Rico, limpio manantial, en el cual lavado fui."

Sé que soy salvo porque Jesucristo, el Hijo de Dios, murió para comprar mi salvación. Esto es un hecho histórico y es la obra salvadora de Cristo.

El Testimonio Interno Del Espíritu

"Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan" (1 Juan 5:6-8).

¿Cómo sé que hubo un hombre llamado Jesucristo? ¿Cómo sé que Él es el Hijo de Dios que nunca cometió pecado? ¿Cómo sé que Dios lo envió? ¿Cómo sé que Él efectivamente murió en la cruz y llevó mis pecados?

Gracias a Dios no tengo que depender de la opinión de nadie para saberlo. El Espíritu Santo de Dios está aquí para hacerlo real en mi corazón. Verá, Dios nos dio la obra de Jesucristo, pero para hacer la obra de Cristo -el agua y la sangre- real en nosotros, Él nos dio el Espíritu.

"Si recibimos el testimonio de los hombres — dice Juan en el versículo 9 — mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo." La palabra "si" puede también ser traducida como puesto que: Puesto que creemos en el testimonio de los hombres.

Una noche estaba en Augusta, Georgia, predicando en una conferencia de misiones. A la mañana siguiente, fui al aeropuerto y volé de regreso a Memphis. Para hacer esto, tuve que ejercitar mi fe en un piloto de aviación que no conocía: nunca vi sus credenciales, ni nunca antes lo vi pilotear. Ahora bien, la Aerolínea Delta puso su sello de aprobación en este hombre, así que yo sólo abordé el avión y no lo pensé mucho. Aceptamos el testimonio de los hombres.

Antes de irme al aeropuerto, desayuné en un restaurante. ¿Cómo sabía que la comida no estaba envenenada? Tuve fe en la dama que me la sirvió. Recibimos el testimonio de los hombres.

Cuando su doctor le escribe una receta médica, la mira, y a pesar de que no puede leerla, pronunciarla, ni entenderla, se la da al farmacéutico quien pone píldoras en un frasco. Luego, sin pensarlo dos veces, se las lleva a casa y se las toma. ¿Por qué? Porque aceptamos el testimonio de los hombres.

De la misma manera, a través de la fe, recibimos el testimonio de Dios por medio del Espíritu que Cristo murió por nuestros pecados y resucitó de entre los muertos para nuestra santificación. Por lo tanto, no hay excusa para la incredulidad. La Biblia promete que el Espíritu Santo ayudará a creer a todo aquel que desee creer. Primero el Espíritu nos testifica a nosotros, luego Él testifica en nosotros.

"El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo" (1 Juan 5:10). Antes de ser salvo, Él me testificó, me afirmó que lo que Cristo hizo es verdad. Ahora, Él testifica en mí, tengo el testimonio en mí mismo.

Supongamos que saboreo un pedazo de pastel de manzana, y usted se me acerca y me alega: "No existe tal cosa como un pastel de manzana. No creo en los pasteles de manzana, y si los hay, no son buenos."

A pesar de sus argumentos, tengo el testimonio en mí, lo poseo adentro. Un creyente con un testimonio nunca está a merced de un incrédulo con su opinión, puesto que él tiene el testimonio en sí mismo.

La Palabra Eterna De La Escritura

"El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios" (1 Juan 5:10-13).

He aquí el origen de nuestra creencia. He aquí la razón de nuestra seguridad. No somos simples crédulos. Jesús murió. Él vino por sangre y agua. El Espíritu de Dios ratifica: "¡Sí, es verdad!" Todo esto está atestiguado por la Palabra de Dios.

Dudar de la Biblia es llamar a Dios mentiroso. Algunos dirán: "Bueno, estoy tratando de creer." Con todo, han llamado a Dios mentiroso, simple y claro. O es la Biblia su Palabra su perfecta e infalible Palabra , o no. La obra de Cristo, el testimonio del Espíritu y la Palabra de Dios dicen que sí lo es.

Permítame darles otro ejemplo. Supongamos que estoy en una corte y el juez me pregunta:

Sr. Rogers, ¿está usted casado?

Sí, su Señoría, lo estoy contesto.

Bien, ¿puede probar que está casado, Sr. Rogers?

Sí, por supuesto. Verá, estaba en la iglesia, y vi a Joyce cuando venía hacia el altar. Mi corazón empezó a palpitar fuertemente, y estaba tan feliz. Su Señoría, estar casado es el sentimiento más hermoso del mundo.

Cuando termine de hablar, el juez dirá:

Lo siento. Aunque me alegra que se sienta así, sus sentimientos no sirven como evidencia en esta corte. ¿Tiene alguna prueba?

Entonces voy al registro civil o ayuntamiento; adquiero el certificado de matrimonio notariado, firmado y sellado; se lo presento al juez y él acepta mi matrimonio como un hecho comprobado.

Mi salvación no gravita en mis emociones. Tengo un registro oficial. Poseo la Palabra de Dios: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna" (1 Juan 5:13).

Una noche cuando andaba compartiendo el evangelio, le pregunté a un hombre si deseaba recibir a Cristo como su Señor y Salvador personal. Después de orar juntos, le dije: "Ahora le quiero dar un certificado de su nacimiento espiritual." Busqué Juan 5:24 y leí: "De cierto, de cierto os digo: El que oye a mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida."

Empezamos a leerlo de nuevo: "De cierto, de cierto os digo", y le pregunté:

Jesús es el que está hablando. ¿Lo cree usted?

Sí -contestó.

"[...] El que oye mi palabra [...]." ¿Ha escuchado su Palabra?

Sí.

"[...] y cree al que me envió [...]." ¿?Cree en el Dios que envió al Señor Jesús?

Sí -afirmó.

"[...] tiene la vida eterna [...]." ¿Tiene usted la vida eterna?

Bueno, espero que sí -respondió.

Leámoslo de nuevo -le pedí.

Y lo hicimos. Otra vez contestó sí a todas las preguntas excepto a la última. De nuevo respondió:

Bueno, así lo espero.

Leámoslo una vez más -insistí.

Esta vez cuando le pregunté si tenía la vida eterna, la luz de su entendimiento se prendió.

¡Claro que sí! ?¡Sí! -exclamó.

¿Quién lo dice? -proseguí a preguntarle.

¡Dios lo dice! ¡Dios lo dice!

Esta es la base de su creencia. Esta es la fuente de su seguridad. ¿No es mejor tener la Palabra de Dios que mis palabras o las de su vecino o sus propias opiniones, emociones, deseos o antojos?

El Fruto De Nuestro Comportamiento

Además de la raíz de nuestra creencia, lo otro que necesitamos es dar un vistazo a los frutos de nuestro comportamiento para saber si somos o no realmente salvos. ¿Qué ha hecho Jesús en mí? ¿Es todo esto únicamente un ejercicio intelectual, o ha habido realmente un cambio?

El apóstol Juan es muy práctico aquí. Él nos muestra cómo nuestra salvación debe manifestarse en nuestro comportamiento, y nos da tres pruebas.

La Prueba De Los Mandamientos

"Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo" (1 Juan 2:3-6).

Me pregunto si Juan estuvo en un culto de testimonios en donde alguien presumía de ser salvo afirmando que lo era, pero su actuar y su hablar se contradecían. Si usted dice que es salvo, esto sin lugar a dudas saldrá a relucir en su vida. Usted no va ha guardar los mandamientos de Dios con el fin de ser salvo, sino que los guarda porque es salvo.

Esto presenta un serio problema, ya que ni uno de nosotros jamás ha obedecido siempre todos los mandamientos de Dios. Yo no lo he hecho desde mi salvación, usted tampoco lo ha hecho desde su salvación. No obstante, la Biblia dice que en esto sabemos que estamos en Él, si guardamos sus mandamientos.

Ambos, el problema y la solución, se hallan en la palabra guardar. Es en realidad un término marítimo. En los días de los apóstoles, los marineros navegaban guiándose por las estrellas. Y del marinero que establecía su curso por medio de las estrellas, se decía que estaba "guardando las estrellas". Su intención era guiarse por las estrellas.

Por lo tanto, guardar los mandamientos de Dios significa usar la Palabra de Dios como una guía para nuestras vidas. Es el deseo de todo hijo de Dios vivir de acuerdo a su Palabra. Aunque las tormentas nos puedan desviar fuera de curso, distraer o confundir, la meta de nuestra vida es guardar los mandamientos de Dios.

Desde que entregué mi corazón a Jesús, ha existido un cambio profundo, divino y radical en mí, y poseo un anhelo fervoroso de vivir para Dios. Y si usted es salvo, este cambio y anhelo deben encontrarse también en usted.

Esto no significa que ya no peco más. La diferencia yace en que antes de ser salvo estaba corriendo al pecado; ahora huyo de él. Y si caigo en pecado, me levanto inmediatamente y continúo huyendo de éste.

La prueba de los mandamientos asegura: si usted puede pecar, deseoso y consciente, contra la voluntad de Dios, sin convicción, sin compunción y sin remordimiento, usted necesita salvarse. Mucha gente dice: "En algún lugar hicieron una invitación y respondí pasando al frente, y me salvé. Sé que ahora soy sólo un descarriado, pero aún soy salvo y voy al cielo."

No, no lo es. Si está viviendo de esa forma -arrogante, errónea y liberal- y no le rompe su corazón, usted por consiguiente, no conoce al Dios de la Biblia.

La Prueba Del Compañerismo

"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte" (1 Juan 3:14). Cuando soy salvo, anhelo estar bien con mi Padre y con mi hermano.

Sin embargo, existen algunos que dirán: Por el contrario, la Biblia afirma que si amamos a Jesús, amaremos lo que Jesús ama, y Jesús ama su iglesia.

La palabra santo (singular) aparece en la Biblia solamente cinco veces. El plural aparece casi cien veces. Ahora bien, ir a la iglesia no le hará un creyente tanto como ir a un garaje no le transformará en un automóvil. Mas cuando se dé cuenta que ha sido comprado con la sangre de Jesús, cuando el Espíritu de Dios entre a morar en usted, recibirá una nueva naturaleza, guardará sus mandamientos y amará a los hermanos.

La Prueba de la Confianza

La más grande y fuerte de todas las pruebas es la de la confianza. Todas las otras se derivan de ésta. "El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo [...] . Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios" (1 Juan 5:10, 13).

En la Biblia, las palabras creer y confiar son la misma palabra. Concerniente a Jesús dice: "Muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba—confiaba—de ellos, porque conocía a todos" (Juan 2: 23-24). Ellos dijeron que creían en Él, mas Él no les creyó. Jesús sabía que ellos eran sólo buscadores de milagros; no eran verdaderos creyentes.

La fe bíblica no es solamente un ejercicio intelectual. Usted no cree acerca de Jesús, usted cree en Jesús. Usted se entrega y se confía a Jesús.

Yo no creí acerca del avión en el cual volé de Augusta a Memphis; yo creí en él, me confié a ese avión. No sólo dije: "Estos aparatos pueden volar. Voy para Memphis. Creo que puede volar. Creo que ese hombre es un buen piloto. Tengo confianza en la aerolínea." No, abordé confiando mi vida a ese piloto y a ese aeroplano.

Aquel que deposita su confianza en ese avión vuela a Memphis. Y aquel que deposita su confianza en el Hijo de Dios vive para siempre con Él. Yo confié mi vida a ese avión. El que confía, y entrega su vida al Hijo de Dios, es quien es salvo. ¿Lo ha hecho usted?

Note que no dice: El que ha creído; sino afirma: "El que cree." Siempre está en tiempo presente.

Le ha preguntado alguna vez a alguien: "¿?Es usted salvo?" Y le responden: "Sí, soy salvo. Recuerdo que pasé al frente en mi iglesia cuando tenía nueve años de edad, dando mi mano al pastor y mi corazón a Jesucristo. Puede ser que no esté viviendo para Dios ahora, lo admito. Con todo, sé que soy salvo porque recuerdo lo que hice cuando era un niño de nueve años. Recuerdo que creí en Jesucristo."

La Biblia nunca utiliza tal experiencia como prueba de la salvación. Nunca apunta a una fecha en que creyó en Jesucristo.

Escucho incluso a gente asegurar: "Si no puede contarme el lugar y el momento cuando recibió a Jesucristo, no es salvo." Esto no es bíblico. La Biblia nunca dice que es salvo por algo que recuerde del pasado. Dice: "El que cree."

No estoy indicando que no hubo un tiempo en que recibió a Cristo. Sí, obviamente hubo un día, pero éste no es la prueba. La prueba es: ¿Cree usted en Jesucristo ahora? ¿Está confiando en Él hoy? ¿Existe alguna evidencia en su vida hoy de que pertenece a la descendencia del Dios viviente? Esta es la prueba de su salvación.

Súplica Final

Amigo (a), si le preguntara en este momento: "¿Es usted salvo?", ¿es capaz de contestar: "¡Gracias a Dios! ¡Gloria y alabanza a Ti, Señor! ¡Sé que soy salvo! Yo sé a quién he creído"?

Si no puede responder de esa manera y desea ser un creyente victorioso que posee la seguridad de la salvación, la salvación que se conoce; si ansía un cambio profundo, divino y radical, por favor permítame decirle cómo puede ser salvo.

Admita Su Pecado

Primero, tiene que entender que usted es pecador. La Biblia dice: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).

Abandone Sus Propios Esfuerzos

Segundo, debe entender que no se puede salvar por sus propios esfuerzos. La Biblia nos explica claramente que "nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia" (Tito 3:5).

Otra vez: "Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).

Admita El Sacrificio De Cristo

Tercero, debe creer que Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por sus pecados. La Biblia dice: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). Esto significa que murió en su lugar. La pena de su pecado fue pagada con la sangre de Jesucristo, que "nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).

AcéPtelo Como Su Salvador

Cuarto, debe poner su fe en Jesucristo y únicamente en Él para ser salvo. La sangre de Cristo no le sirve de nada hasta que la reciba por fe. La Biblia afirma: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31).

¿Ha tomado este importantísimo paso de fe? Si no, urge que lo haga en este momento. ¿Por qué? ¡Porque Jesús es la única forma de llegar al cielo!

Hablando de Jesús, en Hechos 4:12 el apóstol Pedro testificó: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos."

Jesús mismo enseñó: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí" (Juan 14:6). No puede ser más claro.

¿Está dispuesto a elevar la siguiente oración a Dios?

"Amado Dios. Sé que soy pecador. Sé que Tú me amas y deseas salvarme. Jesús, yo creo que Tú eres el Hijo de Dios, quien murió en la cruz para pagar por mis pecados. Creo que resucitaste de entre los muertos. Ahora me alejo de mis pecados y por medio de la fe, te recibo como mi Señor y Salvador personal. Entra en mi corazón, perdona mis pecados y sálvame, Señor Jesús. En tu nombre te lo suplico. Amén."

Si eleva esta oración de todo corazón, ¡Dios le escuchará y le salvará! Jesús prometió que al que a Él viniere, no le echará fuera (Juan 6:37). Él le hará un hijo de Dios, si cree en Él. "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12).

¡Entréguese a Jesucristo hoy!

Qué gozo es recibir correspondencia de personas que han orado para recibir a Cristo como su Señor y Salvador.

Por ello, si oró, entregándole con todo su ser, su corazón al Señor Jesús Cristo, escríbanos y háganoslo saber para regocijarnos con usted y orar por su nueva vida en Jesús.

O si posee alguna inquietud acerca de su crecimiento espiritual o le gustaría aprender más acerca de cómo llegar a ser creyente, nos encantaría que nos contacte.

MINISTERIO

EL AMOR QUE VALE

P.O. Box 38400 Memphis, TN 38183-0400 EE.UU

http://www.elamorquevale.org/

sábado, 9 de octubre de 2010

Estudios - La Biblia—¡Es Confiable!

La Biblia—¡Es Confiable!
por Charles R. Swindoll

           Si se me concediera un deseo para el pueblo de Dios, sería que todos volviéramos a la Palabra de Dios; que nos diéramos cuenta de una vez por todas que el Libro de Dios tiene las respuestas. La Biblia es la autoridad, el lugar final de reposo de nuestros cuidados, preocupaciones, aflicciones, tragedias, tristezas y sorpresas.

           En un mundo de relativismo, la Biblia habla en términos de bien y mal, lo bueno y lo malo, sí y no, verdad y falso. En un mundo en que se nos estimula a hacer algo “si se siente bien,” la Biblia habla de lo que es pecado y de lo que es santo. Las Escrituras nunca nos dejan con una mirada aturdida en nuestra cara, preguntándonos sobre las cuestiones de la vida. Dice, en efecto: “Las cosas son así; y las cosas no deben ser así. Así es como se debe andar; no vayas allá.” Lo dice directamente. Provee el cimiento sólido que usted y yo necesitamos.

           Pero espere. ¿Por qué este Libro califica como nuestra autoridad final? La oración más larga del Señor Jesucristo anotada en toda la Biblia está en el capítulo 17 de Juan. Mientras oraba, Jesús le dijo al Padre: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).

           Estoy muy agradecido porque ese versículo consta en la Biblia. ¡Qué afirmación tan absoluta de los labios de Jesús! “Tu palabra es verdad.” En cuatro palabras hallamos la base de nuestra creencia en la veracidad, confiabilidad, y la fuente de las Escrituras. Esto no es consejo humano; es la verdad, consejo divino.

           ¿Qué se necesita para hacernos libres? La verdad. Sí, la verdad. Fue Jesús mismo quien prometió una vez: “conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32, VP).

           Francamente, ese conocimiento hace algo en uno. Cuando uno se da cuenta de que las letras impresas en la página que uno está leyendo son, en realidad, el mensaje de Dios, la Palabra de Dios, eso se destaca. Absolutamente único . . . en una clase propia en particular. Piénselo de esta manera: el Libro de Dios es, por así decirlo, la voz de Dios. Si nuestro Señor se hiciera visible y volviera a la tierra y hablara su mensaje, sería de acuerdo a este Libro. Su mensaje de verdad encajaría exactamente con lo que se lee en las Escrituras. Esto es la opinión, consejo, mandamientos, deseos, advertencias del Señor; su propia mente.

           Así que lo que tenemos es la preservación de un texto inerrable. Dios inspiró su mensaje a los escritores humanos, quienes, sin perder su propio estilo y personalidad, escribieron la verdad de Dios bajo su control divino (ver 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:19-21). Y debido a que el Espíritu Santo supervisó el proceso en su totalidad, no hay absolutamente ningún error en las mismas palabras del texto original.

           El punto crítico de la confianza de uno en la Biblia se relaciona directamente a la confianza de uno en la inspiración de ella. ¿Podemos estar seguros de que la Palabra de Dios está libre de error, y por consiguiente, merece nuestra confianza? Absolutamente y sin reservas.

           La Biblia consiste de sesenta y seis libros, escritos por cuarenta escritores diferentes, en un período de unos 1500 años, en tres continentes, y en tres idiomas; y sin embargo la Biblia tiene un solo tema consistente y redentor: la salvación sólo por gracia mediante la fe sola en Jesucristo. ¿Cuáles son las probabilidades de tal unidad, en medio de tal diversidad, si la Biblia no fuera divina?

           Para otro ejemplo, considere la arqueología. La pala del arqueólogo ha desenterrado numerosos hallazgos fascinantes que respaldan la credibilidad y confiabilidad de la Biblia. En una entrevista reciente en nuestro Insight’s Archaeology Handbook (Manual de Arqueología de Insight), el arqueólogo Bryant Wood anota:

Los hallazgos arqueológicos han revolucionado nuestra comprensión de la Biblia. Mediante los descubrimientos de la arqueología, tenemos textos antiguos que nos ayudan a comprender mejor los idiomas originales de la Biblia, así como también el mundo de la Biblia. Las personas, lugares, historia, religión y cultura material de la Biblia se entienden mejor como resultado de los hallazgos arqueológicos.

           La Palabra de Dios es confiable. Es más, sigue siendo verdad hoy. Asombroso, ¿verdad? Este libro antiguo, inerrable, es confiable, incluso en el siglo veintiuno.

           Es la verdad sencilla de la Biblia lo que lo mantiene a uno en calma en las situaciones más alarmantes. No es simplista, sino sencilla. La verdad profunda que la Biblia nos da es como una frazada abrigada que nos envuelve en una noche lúgubre y fría.

           Permítame concluir con tres preguntas rápidas: ¿Quiere usted estabilidad? ¿Le gustaría tener perspectiva? ¿Desea tener madurez? ¡Por supuesto! Ni dudarlo. Todo eso, y mucho más, se puede hallar en la confiable Palabra de Dios. Incluso si usted pasa la mayor parte de su año cuestionando la autoridad de Dios, preguntándose en cuanto al Libro de Dios, no siga preguntándose y cuestionando.

           Vuelva a esta raíz de verdad. Apóyese en ella. Empiece hoy. Le sostendrá. Le mantendrá fuerte. Calmará sus temores. Cuando se trata de la “autoridad final” en la vida, la Biblia llena los requisitos.

Estudios - ¿Puedo confiar en la Biblia?

¿Puedo confiar en la Biblia?
Razones para creer que la Biblia es cierta

por Bryce Klabunde, Vice Presidente de Ministerios Pastorales

Introducción

«La Biblia es demasiado irrelevante desde un punto de vista cultural para tomarla en serio.»

«La Biblia contiene una buena moralidad, pero nadie cree que las historias verdaderamente ocurrieron.»

«La Biblia no es diferente a otros libros religiosos. Todos ellos nos llevan a Dios.»

«¿Cómo puede un solo libro como la Biblia contener verdad para todo el mundo? Hoy en día las personas deciden por sí mismas lo que es verdad. Es un asunto personal.»

¿Ha escuchado usted frases como estas? Ya bien sean comunicadas directamente o como actitudes sutiles, están presentes en las corrientes de pensamientos que fluyen a través de nuestro mundo. Programas de entrevistas por televisión, aulas de escuelas públicas, revistas de noticias, aun algunas de nuestras iglesias se han vuelto canales para estas ideas.

Estando expuestos a esa constante negatividad, es comprensible que las dudas acerca de la Biblia puedan comenzar a erosionar nuestra fe. “¿Cómo sé yo que este libro revela el único camino a Dios?” “¿Pudieran estas historias ser solamente una serie de mitos religiosos?”

En el centro de nuestras dudas está la siguiente pregunta “¿Puedo verdaderamente confiar en la Biblia?” La respuesta a esa pregunta toca tres cuestiones relacionadas pero separadas. La primera es una cuestión textual. ¿Cómo sabemos que nuestras Biblias hoy en día representan con exactitud lo que los autores escribieron originalmente? La segunda es una cuestión histórica. ¿Cómo sabemos que los autores escribieron la verdad? La tercera es una cuestión teológica. ¿Cómo sabemos que lo que los autores escribieron proviene realmente de Dios?

¿Representan las Biblias modernas lo que escribieron los autores originales?
La cuestión textual. La Biblia en realidad es una colección de libros escritos a través de un período de 1.500 años por alrededor de 40 autores en diversos lugares. El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo y arameo; el Nuevo Testamento fue escrito en griego. Tomando en cuenta el número de autores y la variedad de escenarios, culturas, idiomas, y tiempos, pensaríamos que la Biblia sería un revoltijo de ideas y estaría llena de contradicciones. Sin embargo, la Biblia tiene una unidad increíble en su mensaje, lo cual es un argumento poderoso a favor de su naturaleza divina.

La Biblia es un libro antiguo, y ninguno de los manuscritos originales existe hoy en día; solamente permanecen copias. Cuando leemos nuestras Biblias modernas, estamos leyendo una traducción de un texto que ha sido recopilado a través de un proceso complejo de comparar manuscritos. Más de 24.000 manuscritos y fragmentos están relacionados con el Nuevo Testamento solamente, y algunos de ellos datan del año 130 A.D., solo décadas después de los acontecimientos reales. Interesantemente, a causa de la gran cantidad de manuscritos, hay más evidencia a favor de la autenticidad de la Biblia que de la mayoría de los otros textos antiguos. Por ejemplo, solamente existen 49 copias manuscritas de las escrituras de Aristóteles hoy en día, y su fecha más antigua es del año 1100 A.D., siglos después que Aristóteles escribió el texto original.

Cuando comparamos los textos bíblicos de diferentes períodos, encontramos semejanzas extraordinarias. Por ejemplo, hasta el descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto, los mejores manuscritos hebreos datan no más temprano de la Edad Media. Los Manuscritos del Mar Muerto contienen textos bíblicos copiados durante la época de Jesús, lo cual lo hacen más antiguos que los otros manuscritos por mil años. Cuando los eruditos compararon los manuscritos, se asombraron de las semejanzas. Los Manuscritos del Mar Muerto son prácticamente idénticos a los manuscritos de la Edad Media, ¡aunque fueron copiados con mil años de diferencia!

Sin embargo, los manuscritos bíblicos contienen algunas discrepancias, un resultado natural de los procedimientos de copiar antes que se inventara la prensa. Y, una vez que un error fue cometido, todas las copias hechas de ese manuscrito también contendrían el error. Comprenda, sin embargo, que estamos hablando de pocas discrepancias de menor importancia, y es asombroso que no hay más.

También es importante darse cuenta que ninguno de los errores de transmisión afectan ninguna doctrina fundamental. Las discrepancias normalmente son variaciones de deletreo letras transpuestas, o adiciones para clarificar algo. A causa de estas discrepancias, algunas veces no estamos seguros que algunas (de nuevo, relativamente pocas) de las palabras en las traducciones al español son exactamente lo que los autores escribieron. Por lo tanto, en un esfuerzo de ser rigurosamente exactos, decimos que las Escrituras son libres de error en los manuscritos originales, no en las traducciones que tenemos hoy en día.
Gracias a la devoción de los antiguos copiadores y, finalmente, a la mano soberana de Dios, en preservar el texto bíblico, podemos tener confianza que la Biblia que tenemos hoy en día representa confiablemente lo que los autores escribieron originalmente. ¿Pero cómo sabemos que lo que los autores escribieron es exacto? ¿Cómo sabemos que ellos no inventaron estas historias?

¿Escribieron los autores la verdad?
La cuestión histórica. Bueno, no podemos probar científicamente que lo que ellos dijeron es cierto recreando los acontecimientos en un laboratorio. Tampoco podemos regresar en el tiempo y verificar las historias personalmente. Así que ¿cómo sabemos lo que en realidad ocurrió? De hecho, ¿cómo sabemos que cualquier acontecimiento en la historia realmente ocurrió? Decimos que George Washington fue el primer presidente de los Estados Unidos, pero quizás alguien inventó esa historia y la pasó a nosotros como un hecho. ¿Cómo sabemos?

La única forma de saber la verdad acerca de cualquier acontecimiento en la historia es observando la evidencia. La evidencia se puede dividir en tres categorías: informes de testigos oculares, testimonio escrito, y artefactos físicos. Tenemos suficientes testigos oculares, testimonio escrito, y artefactos físicos acerca de George Washington para probar sin duda razonable que él fue el primer presidente de los Estados Unidos. Utilizando el mismo método, existe suficiente evidencia para tener argumentos convincentes de que los acontecimientos bíblicos ocurrieron exactamente como fueron escritos.
Podemos estar seguros que algunas de las historias son ciertas porque los autores de la Biblia eran testigos oculares, y su público consistía de testigos oculares que hubieran denunciado a los autores como fraudes si estuvieran falsificando los hechos. Y si los autores no estuvieron presentes en los acontecimientos que ellos documentaron, ellos entrevistaron a testigos oculares para obtener la historia exacta (vea Lucas 1:1-4). El apóstol Juan confirma que él escribió lo que él experimentó personalmente.

Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida (pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros… (1 Juan 1:1-3a)

Los autores de las Escrituras documentaron acontecimientos reales que ellos habían visto. Pero ¿qué hace a la Biblia un libro divino?

¿Cómo sabemos que lo que escribieron los autores es realmente de Dios?
La cuestión teológica. Quizás la mayor evidencia confirmando la verdad de las historias bíblicas es el hecho de que Dios es el verdadero autor. Lea lo que la Biblia dice acerca de sí misma:

Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17 NVI)

También vea 2 Pedro 1:20-21:

Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo. (NVI)

El mensaje de la Biblia se originó en la mente de Dios mismo. Como resultado, podemos tener confianza que está libre de errores en todo lo que afirma. El Salmo 119 expresa tres afirmaciones que reflejan la convicción de todos los escritores bíblicos acerca de las Escrituras: “tu ley es la verdad” (v. 142), “todos tus mandamientos son verdad” (v. 151), y “La suma de tus palabras es la verdad” (v. 160 NVI).

Jesús corroboró este sentimiento con su afirmación franca e inequívoca, “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Jesús demostró su convicción acerca de la verdad de la Palabra de Dios en sus enseñanzas. No solamente dependió Él de la Palabra para vencer las poderosas tentaciones de Satanás y para refutar las ideas religiosas distorsionadas de sus adversarios, sino que también puso el peso de sus argumentos sobre detalles históricos como la creación del primer hombre y la primera mujer (Mateo 19:4-5), la historia de Noé y el arca (Mateo 24:37-38), y aun la historia de Jonás y el gran pez (Mateo 12:39-41).

Debemos preguntarnos, si Jesús mostró tal tipo de confianza incondicional en la Palabra de Dios (como Él la expresó de Nuevo en Mateo 5:17-19 y en Juan 10:35), ¿debemos ser nosotros diferentes? ¿No debemos más bien imitarlo a Él en todas las cosas, especialmente en su confianza en la Biblia?

La razón principal para creer lo que dice la Biblia
Por muchos años los profesores de historia y arqueología han debatido la exactitud de las historias bíblicas, y continuarán discutiendo acerca de ellas por muchos años más. El punto principal no es si podemos probar que los hebreos gritando hicieron que los muros de Jericó se cayeran, sino si podemos confiar en Dios. Si Dios es confiable (y Él lo es) entonces su Palabra inspirada también es confiable.

¿Se ha usted preguntado por qué Dios dio su Palabra al mundo a través de autores humanos? Quiero decir, la Biblia hubiera sido más fácil de confiar si hubiera sido escrita por la mano de Dios en tinta sobrenatural y entregada por ángeles a cada persona en la tierra. ¡Entonces sabríamos que la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios! Pero Dios no opera de esa manera. Él elige utilizar a seres humanos falibles para comunicar su mensaje infalible. Este hecho por sí solo nos lleva a apreciar la Biblia aun más. La Biblia misma es un testimonio de la gracia de Dios, un ejemplo asombroso de cómo Dios desciende del cielo y mora en su pueblo para producir algo de valor eterno.

La participación de Dios en el desarrollo de las Escrituras nos lleva a hacer una pregunta penetrante: ¿Fue aun posible que los autores bíblicos adornaran los hechos? No. Aunque los autores eran seres humanos normales y corrientes propensos a cometer errores, el Dios Todopoderoso todavía estaba a cargo del proyecto. Si los autores hubieran falsificado sus documentos, ellos hubieran frustrado el plan de Dios para que nosotros conociéramos la verdad. ¿Puede ocurrir eso? ¿Puede Dios verdaderamente fracasar en su deseo de comunicarse? ¡Yo no me puedo imaginar a Dios retorciéndose las manos y mordiéndose sus uñas en el cielo, preocupado de que Moisés, o los profetas, o Juan, o Pablo iban a añadir mentiras a su Palabra!

Finalmente, creemos en la confiabilidad de la Biblia porque creemos en la confiabilidad de Dios. La confianza en la Biblia comienza con confianza en Dios. Los argumentos de los apologistas como Josh McDowell y Norman Geisler afirman nuestra fe, pero ellos no forman la sustancia de nuestra fe. Nuestra fe descansa en Dios. Y la sustancia de nuestra esperanza está puesta en una Persona real, Jesucristo, que nos amó lo suficiente para morir en la cruz por nosotros. A través de las palabras de la Biblia, experimentamos a nuestro Señor como Él era esperado en el Antiguo Testamento y revelado en el Nuevo Testamento. A causa de que la Biblia nos guía a Jesús, podemos estar seguros que es una guía confiable.

Algunos buenos libros acerca de la confiabilidad de las Escrituras
¿Le gustaría a usted leer algo más acerca de algunos de los conceptos mencionados aquí? Quizás yo puedo recomendar algunos buenos libros sobre este tópico.

Boa, Kenneth y Larry Moody. I'm Glad You Asked: In-Depth Questions about Christianity [Me alegro que pregunte: Preguntas profundas acerca del cristianismo].

He aquí algunas de las preguntas que el autor explica: “¿Qué hace diferente al cristianismo?” “¿No llega al cielo todo el que es bueno?” “¿Y qué de aquellos que nunca han escuchado el Evangelio?”

Geisler, Norman y William E. Nix. From God to Us: How We Got Our Bible [De Dios a nosotros: Cómo obtuvimos nuestra Biblia].

Este es un libro más antiguo pero quizás es el más riguroso. Cualquier pregunta que usted pudiera tener acerca de la Biblia misma es contestada aquí: cómo fue escrita, la naturaleza de la inspiración, la confiabilidad de las escrituras.

Grenz, Stanley. What Christians Believe and Why: Evangelical Answers to Today's Questions [Lo que creen los cristianos y por qué: Respuestas evangélicas a preguntas de hoy en día].

¿Por qué creer en lo absoluto? ¿Cúal Dios? ¿Quién es Jesús y qué hizo Él? ¿Qué estoy buscando y cómo lo encuentro?

Sproul, R. C. Reason to Believe: A Response to Common Objections to Christianity [Razón para creer: Una respuesta a las objeciones comunes al cristianismo].

Sproul tiene una buena discusión acerca de si la Biblia se contradice a sí misma o no.

Estudios – Como estudiar la Biblia

Cómo Estudiar La Biblia
por Visión Para Vivir

La Biblia contiene las mismas palabras y sabiduría de Dios. ¡Qué pensamiento tan increíble! 

Su esplendorosa Gloria. Su carácter confiable. Sus poderosas obras. Todos estos aspectos de Dios están descritos en Su libro.

Ahí usted encontrará le historia de la redención de la humanidad por Dios. Y usted descubrirá sabiduría práctica para la vida cotidiana y esperanza para la vida por venir.

¿Pero cómo descubre usted los preciosos principios de las Escrituras? Quizás usted nunca ha estudiado la Biblia antes. ¿Dónde comienza usted?

Dentro de la Biblia
Cuando usted abre su Biblia en el índice, lo primero que nota es que la Biblia es una recopilación de muchos libros. Hay sesenta y seis libros individuales divididos en dos secciones principales: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. 

Podemos agrupar los libros de la Biblia en categorías por tópicos. Vea usted cómo los libros están organizados

El Antiguo Testamento
Legales (Génesis a Deuteronomio): Estos primeros cinco libros describen la creación y la caída de la humanidad, el plan de Dios para redimir al mundo a través de la descendencia de Abraham, y la expresión de Su carácter santo, el cual se ve más claramente en la Ley Mosaica.

Históricos  (Josué a Ester): Los siguientes doce libros siguen el desarrollo, la desobediencia, la caída, y la liberación del pueblo de Dios, la nación de Israel.

Poéticos (Job a Cantar de los Cantares): Comenzando con los lamentos de Job, nos movemos a la alabanza de los salmistas a las palabras de sabiduría de Salomón.

Proféticos (Isaías a Malaquías): Los profetas llamaron al pueblo de Dios a una vida justa y predijeron Su sentencia sobre aquellos que voltearan sus espaldas a Él.

El Nuevo Testamento
Biográficos (Mateo a Juan): Los cuatro evangelios, cada uno escrito a un público diferente, describen la vida, la muerte, y la resurrección de nuestro Salvador.

Histórico (Hechos): El libro de los Hechos es un narrativo de cómo las buenas nuevas acerca de Jesús se diseminaron al mundo a través de la iglesia creciente.

Doctrinales (Romanos a Judas): Estas Epístolas, o cartas, son ensayos, en cierto sentido, que aplican el evangelio a la vida cotidiana.

Profético (Apocalipsis): A través de la visión santa de Juan, el libro de Apocalipsis nos transporta a los tiempos finales, cuando Cristo regresará a la tierra en gloria, sentencia, y poder.

Desarrolle un plan de lectura
El terreno de la Biblia está lleno de verdades espirituales, pero no es como ningún otro libro que usted ha estudiado. Sin un plan, usted se puede sentir como que está volteando paladas de tierra vacía. Usted tiene que saber dónde escarbar, al igual de qué está usted buscando. 

Un buen lugar para comenzar a leer es en el Nuevo Testamento, quizás en el libro de Juan. Después ir a través de la historia del comienzo de la iglesia en el libro de los Hechos. Pase algún tiempo en el libro doctrinal de Romanos para tener una buena base de su fe.

Un consejo: estudie Apocalipsis después que usted tenga un entendimiento del resto de las Escrituras. Usted pudiera ver Apocalipsis como el último acto de una obra de teatro. Para apreciarlo, usted necesita comprender todo lo que vino antes.

¡Y no olvide el antiguo Testamento! Ahí están las raíces del Nuevo Testamento y las bases temáticas de la vida de Cristo. 

Siga la historia de la relación de Dios con la nación judía desde sus comienzos en Génesis, hasta su cúspide es 1 y 2 Samuel, y su caída en 1 y 2 Reyes.
Para un balance apropiado, intercale uno de los libros poéticos, como los Salmos, e incluya un libro profético de vez en cuando para sentir el palpitar de Dios hacia Su pueblo elegido y hacia el mundo.

Comprendiendo y aplicando la Biblia
Una vez que usted ha decidido dónde escarbar, usted necesita saber cómo escarbar. Lea a través de su pasaje varias veces en oración y hágase tres preguntas acerca de cada versículo.

¿Qué dice?  Esto es observación. Asegúrese de comprender el contexto de las palabras. Trate de descubrir el quién, qué, cuándo, dónde, por qué, y cómo del pasaje.

¿Quiénes son el autor y el público? ¿Cuáles son la materia y el fondo histórico? ¿Cuándo fue escrito el libro? ¿Dónde estaba el autor cuando lo escribió? ¿Por qué lo escribió? Y ¿cómo se expresó: en la forma de una historia, una parábola, o una narración?

¿Qué significa?   Esto es interpretación. Profundice acerca de los pensamientos  y la enseñanza del autor. ¿Qué le quería decir a su público original? ¿Cómo hubieran ellos comprendido la enseñanza en su mundo?

¿Qué significa para mí?  Esto es aplicación. Para entonces, usted debe comenzar a ver un principio surgiendo de su estudio. Un principio es una declaración de verdad que puede aplicar a todos los creyentes en todos los tiempos.

Por ejemplo, la historia de la victoria de David sobre Goliat en 1 Samuel 17:41-49 enseña este principio: Cuando nos enfrentamos a un problema abrumador, podemos confiar en que Dios actúe a través de nosotros. El punto principal nos lleva a aplicaciones específicas en la vida. ¿Cuáles son algunos problemas específicos del tamaño de gigantes en su vida? ¿Y cómo puede usted depender del poder de Dios cuando se enfrenta a ellos? 

Acentuando el enfoque
Para acentuar la aplicación, trate de utilizar un método de estudio bíblico sencillo creado por el pastor y maestro Ray E. Baughman. Él sugiere utilizar el PPEMO espiritual cuando estudie las Escrituras.

Las letras del acróstico, PPEMO, representan preguntas para guiar sus pensamientos mientras lee las Escrituras. Mientras usted medita acerca de un pasaje, pregúntese, hay algunos

  • ¿Pecados que abandonar?
  • ¿Promesas que afirmar?
  • ¿Ejemplos que seguir?
  • ¿Mandamientos que obedecer?
  • ¿Obstáculos o errores que evitar?

Estas preguntas pueden abrir sus ojos a los ricos tesoros de aplicación en los versículos. 

Sea consistente
Trate de hacer que el estudio bíblico sea una actividad diaria, como comer. No llenamos nuestros cuerpos con una enorme comida y después nos pasamos una o dos semanas sin comer. No es saludable. Lo que es cierto para nosotros físicamente es cierto espiritualmente. La regularidad y la consistencia son cruciales para una buena salud espiritual. He aquí algunas ideas que pueden ayudar.

Elija un tiempo cuando sea menos probable que sea interrumpido.  Entonces, disciplínese a mantener ese horario.  

Estudie en el mismo lugar. Esto ayudará a su mente a adaptarse más rápidamente a un modo de estudio bíblico.

Mantenga a la mano todo lo que necesite.   Su Biblia, libros de estudio, libros de devociones, pluma, y papel deben estar a su alcance.

Pídale a Dios que le dé entendimiento.  El Espíritu Santo es el maestro máximo, y Él lo guiará a los tesoros que usted busca. (vea Mateo 7:7, Juan 16:13, 1 Corintios 2:9-16).

Sugerencias adicionales.  Los arqueólogos mantienen libretas de notas detalladas sobre sus descubrimientos. De manera similar, usted pudiera desear mantener una libreta de notas de sus descubrimientos espirituales. A medida que su libreta crece, así mismo crecerá su entendimiento y su visión. Usted se asombrará de su colección de tesoros bíblicos… gemas espirituales del corazón de Dios.

Recursos útiles para el estudio bíblico

1. Biblia de estudio

Incluye el texto bíblico con gráficas y notas

2. Concordancia

Contiene lista de palabras con referencias a versículos  para estudio de las palabras

3. Diccionario bíblico

Define conceptos bíblicos

4. Comentario

Proporciona una interpretación de cada versículo por un erudito bíblico

Porciones de este artículo han sido adaptadas de  «A Symphony of the Soul» [Una sinfonía del alma], de la guía de estudio, God’s Masterwork [La obra maestra de Dios], vol. 1 (Anaheim, Calif.:  Insight for Living, 1996), pp. 3-5; y Insight’s Bible Companion [El compañero bíblico de Visión] (Anaheim, Calif.:  Insight for Living, 1998), pp. 45-51.

1 Basado en el modelo SPECS por Ray E. Baughman, The Abundant Life [La vida abundante] (Chicago, Ill.: Moody Press, 1987), p. 112.

Estudios - Jesús Tiene una Pregunta para Usted

Jesús Tiene una Pregunta para Usted
por Charles R. Swindoll

En el cenit de su carrera Jesús se retiró a un lugar apartado en Cesarea de Filipos. Tenía en mente una pregunta crucial para sus discípulos, así como también para nosotros. Acompáñeme y retrocedamos a la escena conforme se desarrolla.

El entorno es impresionante. Manantiales cantarinos. Huertos ubérrimos. Monumentos y templos dedicados a la adoración del dios griego Pan adornando los senderos. Un gigantesco templo de mármol blanco al césar se yergue imponente. Tal vez estando en medio de esos monumentos, edificios, santuarios y templos construidos a los dioses, Jesús se inclina un poco hacia adelante y les pregunta a un puñado de hombres más bien callados, —sabiendo que no hay ningún monumento levantado a su honor, y ningún edificio levantado a su gloria—: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mateo 16:13).

Está planteando una pregunta de encuesta en cuanto a su propia persona. “¿Qué es la voz que corre?”, pregunta. De acuerdo al versículo 14, los discípulos responden espontáneamente: “Unos dicen que eres Juan el Bautista.” Ahora bien, recuerde: Juan ya ha muerto. Herodes Antipas lo había decapitado. Algunos decían que Jesús era Juan el Bautista que había resucitado de los muertos. Por eso tenía poderes milagrosos.

Los discípulos continúan: “Otros dicen que eres Elías.” Elías había ministrado cientos de años antes. Por siglos los judíos consideraron a Elías el príncipe de los profetas que sería el precursor, pero no el Mesías. Una tercera respuesta surge: “Algunos dicen que eres Jeremías, o alguno de los profetas.” Alfred Plummer, erudito británico, describe estas opiniones del pueblo como “adivinanzas peregrinas y veleidosas”; pero todas se reducen a esto: “Él es un hombre.”

Entonces Jesús concentra su mirada y personaliza la pregunta para sus hombres: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (16:15, énfasis añadido). En el texto griego original de Mateo, Jesús hace énfasis en el “ustedes.” Está preguntando a cada uno de ellos quién pensaban que era Él.

No sé cuánto tiempo pasa entre el versículo 15 y el versículo 16, pero Pedro no puede aguantar el silencio, y aunque la pregunta estaba dirigida a todo el grupo, Pedro habla por todos ellos. Pedro es Pedro, ¿verdad? Me encanta su respuesta.

“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (16:16).

A veces nos hemos reído de Simón Pedro, pero este es un momento en el que debemos quitarnos el sombrero ante él. Nunca tuvo un momento más grande que éste. Cristo es Dios en carne y hueso, no un dios fijo en piedra. Y note los artículos definidos. Esta no es una serie generalizada de adivinanzas peregrinas. No es la opinión pública que se está encuestando aquí. Esta es una respuesta específica en cuanto al Mesías, el Hijo del Dios viviente.

¿Puede imaginarse mentalmente la escena? Pedro no siempre dio en el clavo, ¡pero en efecto lo dio aquí! ¡Qué grandioso!

Ahora imagínense por un momento que Jesús retira su mirada de Pedro y los discípulos, y la pone sobre usted. Él tiene una pregunta para usted también: “¿Quién soy yo para ti?” le pregunta.

No puede haber mayor pregunta que usted pudiera contestar. “¿Quién es Jesucristo para usted?” Su respuesta debe ser: “El Hijo del Dios viviente, mi Salvador y mi Dios.”

¿Quién más pudiera ser Él? No hay nadie más que cualifique para otorgar perdón, sino sólo Jesús. No hay nadie aparte de Cristo que estará cerca de usted cuando se le prive de todos y de todo. No hay nadie más que pueda convertir su amargura en alivio y su aflicción en alegría. No hay nadie más a quien usted pueda confiarle su secreto más hondo y más escandaloso, sino sólo Jesús. Sólo Él puede aliviar el ultraje. Sólo Él puede borrar la amargura y las cicatrices. Todos los asesores y amigos simplemente pueden ponerle el brazo sobre el hombro, llorar con usted, y señalarle a Cristo. Pero ¡sólo Cristo puede cambiarlo!

Y eso es sólo lo que Él puede hacer en esta vida. Cuando usted haya lanzado su último suspiro y pasado a la eternidad, habiendo contestado con fe a la pregunta de Jesús, no hay una sola alma que jamás haya vivido que estará a su lado sino sólo Jesús. Sólo Él reúne las cualificaciones para escoltarlo de la tumba a la gloria. Sólo Él es Dios.

Jesús tiene una pregunta para usted. ¿No se alegra de tener la respuesta?

1. Alfred Plummer, An Exegetical Commentary on the Gospel According to S. Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 1960), 225.
Tomado de Charles R. Swindoll, “Jesus Has a Question for You,” Insights (Abril 2007): 1-2. Copyright © 2007 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

Estudios – Familia - Para Papás

Para Papás
por Charles R. Swindoll

Pocas veces recomiendo un libro sin reservas, pero pienso que todo hombre debe leer Temptations Men Face de Tom Eisenman. No estoy diciendo que concuerdo con todo lo que dice, o que usted concordará, pero es una de esas obras que merecen que se las lea . . . especialmente los hombres. Aprecio el candor y sentido práctico del autor. Él no se anda por las ramas, ni tampoco le retuerce a uno el estómago con culpabilidad. Sus observaciones, nociones y sugerencias son a la vez penetrantes y provocativas. Es más, el libro me hizo pensar en las tentaciones principales que enfrenta un padre.

En primer lugar, la tentación de dar cosas en lugar de dar de nosotros mismos: nuestra presencia, nuestra intervención personal.

No me malentienda. Proveer a la familia de uno es bíblico. Primera a Timoteo 5:8 dice que el hombre que no provee para las necesidades de su familia es “peor que un incrédulo.” Pero la tentación a la que me refiero va más allá del nivel básico de necesidad. Es la batalla entre juguetes y tiempo: el deseo de un papá que trata de compensar sus largas horas en el trabajo y su ausencia colmando a su familia con cosas materiales, en lugar de estar allí cuando se lo necesita: como en los graderíos durante juegos de pelota, o al lado de su hijo cuando la tarea escolar pide el estímulo de un padre, o aplaudirlo por el esfuerzo que está dando al aprender andar en bicicleta. Nada puede ocupar el lugar de un padre que participa. N-A-D-A.

Segundo, la tentación de reservar lo mejor de nosotros para el lugar de trabajo.

Nadie tiene provisión inagotable de energía y emocional, creatividad, entusiasmo, ideas, humor, impulso de liderazgo y gusto por la vida. Qué fácil es que los papás agoten esas cosas en su trabajo, virtualmente sin dejar nada para el fin del día. Como resultado, la esposa y los hijos reciben sólo las sobras. Padres, ¡nuestras familias merecen mejor que eso! Al no regularnos nosotros mismos, al no guardar deliberadamente algo de nuestra energía creativa para el hogar, tendemos a estar inquietos, a ser negativos, aburridos y predecibles en casa. Qué raros son los hombres desprendidos que piensan de antemano, que mantienen las prioridades en su debido puesto, y que mantienen a sus familias asombradas por la alegría.

Tercero, la tentación de sermonear en lugar de ganarnos el respecto al escuchar y aprender.

Vale la pena leer Santiago 1:19: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse.” Cuando las cosas se salen de control en casa, nuestra tendencia normal es invertir el orden que sugiere Santiago. Primero nos enfurecemos; después gritamos (sermón número 38 . . . ¿o era número 39?). Sólo al último escuchamos. Cuando eso sucede, nos apagan (he aprendido eso por la vía dura). Los miembros de nuestra familia tal vez se detengan; tal vez miren; pero no están escuchando. Arden al rescoldo. Es una noción aleccionadora, papás; pero nuestra casa no es una extensión del trabajo . . . y nuestra esposa e hijos no son empleados. Tal vez nos ganemos automáticamente el respeto en donde trabajamos, pero en casa debemos ganárnoslo a la antigua. Debemos esforzarnos por merecerlo.

Cuarto, la tentación de exigir perfección de los que están bajo nuestro techo.

Nosotros, padres, podemos ser extremadamente irrealistas, ¿verdad? Me sirve bien recordar que un bateo de .350 como promedio se considera excelente en las grandes ligas. Eso quiere decir que el beisbolista profesional batea y yerra mucho más de la mitad de las veces que pasa al plato. Y sin embargo, .350 quiere decir que con todo se le considera campeón. Es más, si él mantiene eso por suficiente tiempo, lo colocan en el salón de la fama. Es muy fácil fijar las expectativas para nuestra esposa e hijos fuera de su alcance, esperando que bateen mil veces de cada mil. A los padres se les ordena que no exasperen a sus hijos (Efesios 6:4), y la palabra exasperar quiere decir ser un fastidio, una irritación, alguien que causa aflicción. Un hijo exasperado es el que no puede saltar a suficiente altura, gracias a un padre exigente que erróneamente piensa que ser buen entrenador quiere decir siempre alzar más la barra.

Quinto, la tentación de buscar satisfacción íntima fuera de los vínculos de la monogamia.

Gracias a nuestra capacidad para racionalizar, los hombres podemos convencernos nosotros mismos como para meternos en los atolladeros más ridículos imaginables. He oído casi todos ellos. También he escuchado a los hijos de los adúlteros después del hecho, que nunca entienden, que sufren más allá de toda descripción, y que llevan indefinidamente las cicatrices. El encanto de la pasión seductora es increíblemente fuerte, capaz de cegar incluso a los más consagrados. La seducción puede ser poderosa lo suficiente como para hacer que el hombre se olvide momentáneamente de su familia, así como también que ignore las devastadoras consecuencias de su pecado. Por eso sugiero que los papás lleven un retrato de su familia, y lo miren con frecuencia. Es imposible darse a las fantasías de lujuria sensual mientras se mira a las caras sonrientes y confiadas de la familia de uno.

Sexto, la tentación de subestimar la importancia de cultivar el apetito espiritual de la familia de uno.

Sí, se lo cultiva. Padres, escuchen: su esposa e hijos anhelan que usted sea el que marca el paso espiritual. A los hijos les encanta saber que su papá ama a Dios, anda con Dios y habla de Dios. Nunca subestime su papel como cabeza espiritual de su hogar. Si su esposa lo rodea en este aspecto, eso me dice mucho más en cuanto usted que en cuanto a ella; y no piense que los hijos no lo notan, y se preguntan.

¿Listo para un reto? Empiece pasando tiempo con Dios, convirtiéndose en hombre de oración, ayudando a su familia a saber que usted ama profundamente a Cristo y desea honrarle.

¿Por qué no empezar hoy? Vamos, hombres; es una de las mejores cosas que un padre puede darle a su familia

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Pelear o vivir?

Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.  Romanos 12:18
Según la leyenda, Hércules estaba cada vez más molesto a causa de un animal amenazador que siempre se interponía en su camino. Con ira golpeó al animal y lo mató. Pero al continuar su camino siguió encontrándolo, y cada vez con una actitud más amenazadora. Por último, un amigo le advirtió que dejara de atacarlo con tal furia: «El monstruo se llama Discordia, y solo estás incitándolo a hacer lo que sabe hacer. Déjalo solo. Comenzará a encogerse y morirá».
Nuestros periódicos están llenos de noticias que anuncian la discordia. Nos cuentan de naciones donde hay peleas internas, de atletas molestos con sus compañeros de equipo, de empresas que sufren a causa de problemas corporativos, de hogares destruidos por peleas matrimoniales. 
La Biblia utiliza la palabra «discordia» (o sus equivalentes) muchas veces. Salomón dij «Más vale comer pan duro donde hay concordia que hacer banquete donde hay discordia»  (Proverbios 17:1).  Y Pablo dij «Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en ... disensiones y envidias». (Romanos 13:13).
¿Vive usted en medio de la discordia? No somos responsables de las acciones y reacciones de los demás, pero sí de las nuestras. Imite al Señor Jesús, erradique la discordia de su vida, perdone esa ofensa, y busque vivir en paz con todos.
© 2007 por el Dr. David Jeremiah
Para mas información por favor de visitarnos en www.momentodecisivo.org.
P. O. Box 3804
San Diego, CA 92163-1804
Email: info@momentodecisivo.org

lunes, 30 de agosto de 2010

LA BIBLIA-Definicion

LA BIBLIA

“Este libro contiene la mente de Dios, el estado del hombre, el camino
de salvación, la condenación de los pecadores y la felicidad de los
creyentes. Sus doctrinas son santas, sus preceptos son comprometidos, sus
historias son verdaderas, y sus decisiones son inmutables. Léala para ser
sabio, créala para ser salvo, y practíquela para ser santo. Contiene luz para
dirigirlo, alimento para sostenerlo, y consuelo para alentarlo. Es el mapa
del viajero, la brújula del piloto, la espada del soldado, y el itinerario del
cristiano. Aquí se restablece el Paraíso, los Cielos son abiertos, y las
puertas del infierno son reveladas. Cristo es su gran tema, nuestro bien es
su diseño, y la Gloria de Dios su finalidad. Léala lentamente,
frecuentemente y en plena oración. Es una mina de riquezas, un paraíso de
gloria y un río de placer. Recompensará la labor más grande y condenará a
todos los que menosprecian su contenido sagrado. Es el Libro de los libros
– El Libro de Dios – La revelación de Dios a la humanidad."